Por:
Alcides Vence Ibarra
Han sido muchos los
historiadores que se atrevieron a indagar, creando conceptos tal vez ciertos o
imaginarios sobre la sospechada existencia
de una interesante mujer, que a través de los años, ha despertado pasión por
ciertos interrogantes, resultados de algunas narraciones.
Pero reseñando algunos de los acontecimientos consignados en
los Archivos Nacionales, emprendo un
viaje a la realidad de mis antepasados.
Hasta hoy, creo que nadie
sepa sobre la vida de una india llamada Catalina, porque aunque para la época, pudieron
existir otras, puede considerarse mera casualidad que a finales del año 1613 de una estancia de los indios
denominados Cariachiles, en el pueblo San Lucas de El Molino, los españoles quisieron llevarse a una joven aborigen para su servicio y los nativos se
opusieron a tal pretensión, dando muerte al mayordomo que había ido por ella y
desatando inmediatamente una guerra.
Los demás enviados lograron su cometido de tal manera que todo el provecho que dieron los naturales a la encomendera, Francisca Vázquez
Pedraza, fue hacerles un trueque
de dos cosechas de maíz al año, una
pequeña y una grande por el retorno de la india que nunca devolvieron.
Aprovechando
las circunstancias del secuestro de la india, fue el 29 de diciembre de 1613
que se tuvo información en el Valle de Upar sobre el alzamiento de los indios
de El Molino, cuando el capitán Luis de Rojas Daza, teniente gobernador y
capitán general, fue tomado en cuenta para investigar sobre la muerte de dos de
sus enviados: Juan Bartolomé y Felipe Fiallo, cuando mandó a presentarse ante
su merced a un testigo llamado Diego de Argote, alcalde de la Santa Hermandad
del cual fue recibido juramento y él lo hizo cumplidamente y prometió que diría
la verdad.
En el Valle de Upar el día 1 de Enero de 1.614, llamarón
a Catalina como testigo fiel de lo sucedido. Siendo interrogada en su lengua,
ella dijo que era cristiana y pertenecía a
la encomienda de Francisca Vázquez Pedraza.
Preguntando a Catalina porque mataron los indios
del Molino a Juan Bartolomé y se alzaron y mataron a Felipe Fiallo, y ella
respondió, que el indio Dieguillo de nación itoto, se alió con Marcelino y
Alejo, mataron a Juan Bartolomé por dos indias que tenía para llevar al Valle
de Upar, que le había quitado las mujeres a dos mancebos y después el indio Diego, fue al cañaveral a
matar a Fiallo, que no había hecho nada.
La india siguiendo su relato sobre lo que había
sucedido al regreso de los soldados a El Molino, dijo que ya no estaban Alejo y
Marcelino y sólo estaba Dieguillo, a
quien dieron muerte los soldados con muchos otros que fueron heridos, y que
ella estaba turbada con el sonido de los arcabuces y por eso no sabe el número
de los indios que murieron.
Al darle de baja al indio Diego, llevaba la espada,
sombrero y alfanje de Juan Bartolomé, que se lo había dado Alejo, capitán de
todos los indios.
Existiendo un sin número de
relatos sobre grandes personajes de la historia de Colombia, sumada la
importancia que representan en cada uno de los pueblos y ciudades, me animo a
hacer esta clara anotación, la cual creo sea propicia para que algún día se
logré reafirmar, declarar y reseñar el acontecer fidedigno de aquella nativa
que se convirtió en símbolo
representativo de esta nación.
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