jueves, 10 de julio de 2014

Construyendo futuro con las uñas, en “Garrapatero” habitan los caminantes de los sueños

Por: Jaimelis Fonseca Sierra
Sheila, protagonista de la historia aferrada a sus muletas
La Guajira es una tierra sin precedentes mítica y exótica considerada guardiana de Colombia, por encontrarse ubicada en la punta del mapa de nuestro país. Así como esta, muchas tierras esconden espacios maravillosos donde se construyen historias, pero sobre todo donde se construyen sueños; vivimos en un país que ha sido golpeado en el ámbito social, pero que aún conserva en muchos habitantes, la llama encendida de los ideales, de esos anhelos que solo se apagan cuando nos damos por vencidos.


Bajo el inclemente sol y en medio de una palpable sequia se visualiza entre raquíticos arboles de trupío la escuela “San Pedrito de Palermo”, una institución educativa pequeña, de pocos salones y repleta de envejecidos cuadernos, esta se encuentra a pocas horas del Municipio de Maicao y exactamente sembrada en una comunidad llamada “Garrapatero”. 

Varios kilómetros hay que recorrer para llegar a este lugar donde la pobreza se convierte en una constante, la educación en un reto y los servicios de salud en algo casi inexistente. Sin embargo y pese a las limitaciones, a diario y con la mayor motivación, cientos de niños indígenas se esmeran por recibir conocimientos y de esta manera construir un futuro mejor.
Después de caminar 3 kilómetros, llegan agotados a sus casas

Llegar a esta escuela es tener un contacto cara a cara con la felicidad perdida de nuestros tiempos, es desconectarse de las afanes del diario vivir y olvidarse por instantes de las injusticias de la humanidad, para convertirlas en una oportunidad de observar la lucha constante de quienes se convierten en un testimonio de vida y templanza.

La polvorienta cancha de juego es invadida por los niños en la anhelada hora del descanso de esta pequeña pero acogedora escuelita, los pequeños corren y se agotan por instantes al perseguir un balón desgastado y mugre, que les permite robarle sonrisas a la vida difícil que en medio de su inocencia enfrentan, sin embargo, la protagonista de esta historia, una delicada niña wayuu de aspecto debilucho y sonrisa tímida no se vincula al juego de sus compañeros, le es imposible hacerlo en su estado. Sheila de 11 años, desde hace varios meses usa muletas, se apoya en ellas como si el tiempo ya le hubiesen permitido tomarle cariño a esta herramienta construida de manera artesanal y que le obsequio su padre luego de que ella se cayera de un árbol que causó una grave fractura mientras jugaba en su Ranchería.

Lo interesante de esta historia es que muchos ignoran las condiciones de vida de estos menores y peor aún, ignoran la manera y el sacrificio que estos pequeños realizan para poder educarse. Más de 2 kilómetros diariamente deben transitar Sheila y sus hermanos para llegar a su escuela, ahí entre arbustos y caminos pedregosos teñidos por el inclemente sol, esta menor y sus hermanitos tardan más de una hora para llegar al lugar de sus ansiadas clases, a pasos lentos ella encamina sus sueños aferrada a sus muletas.
 
En las polvorientas canchas juegan, ignorando el desfice educativo que enfrentan
Así como Sheila, muchos de los pequeños indígenas caminan hasta cinco kilómetros, ida y vuelta a sus hogares diariamente para poder educarse; algunos lo hacen en burro pero igual deben soportar el sol o la lluvia en el largo camino. Cabe destacar que geográficamente se conoce a través de las cifras de censo, que la población indígena que habita en zonas rurales de la Guajira es bastante extensa, lo que es un dato determinante para calcular la cantidad de niños que padecen deficiencia y pocas garantías en el ámbito educativo.La historia de la niña de las muletas, es una de las tantas existentes, porque cada niño padece su propia lucha, pero aun así en medio de la escasez aman la vida y aman el estudio. 

Ver un carro en la zona que pueda trasladarlos o acercarlos a sus hogares es como un sueño, algo que no es común porque ellos ignorando esta falla en el sistema educativo, ya se acostumbraron a ser unos caminantes, los caminantes de los sueños. 

"Ellos jamás han tenido la oportunidad de disfrutar de un trasporte escolar, todos los días estén en invierno o en verano asisten a sus clases, muchos llegan tarde porque viven muy lejos y se tardan varias horas en caminar hasta el plantel", así lo manifiestan los docentes que también hacen sacrificios para poder dictar las clases y que llevan varios años brindando conocimientos a estos niños con la ilusión de que sean tenidos en cuenta en los fructíferos proyectos del Gobierno. 

Jamás han contado con un transporte, ellos caminan en medio de una zona que años atrás fue el blanco de conflictos armados por grupos al margen de la ley, caminan algunos en chanclas por no tener zapatos, caminan confiados de que en su territorio nada malos les pasará, caminan convencidos de que vale la pena hacerlo para lograr ser alguien en un futuro. 

Bajo el inclemente sol, diariamente se trasladan "los caminantes de los sueños"
Cuando el sol arde salen los niños de la escuela, cada uno camino a su vereda y a sus rancherías, mientras Sheila se dirige a su hogar, una lejana ranchería con paredes de barros carcomidas por el tiempo y una especie de cambuche que hace las veces de cocina; mientras camina de regreso a casa piensa en que tal vez para ellos sea mejor estar en medio de las paredes de los salones porque allí, al menos el desayuno les da fuerzas para continuar, porque de regreso a casa el panorama es diferente, un fogón vacío sin alimentos en proceso de preparación los espera.

En medio de esta rutina el hambre se ha vuelto una constante, llegar a casa y acostarse en un chinchorro desgastado en espera de que algo puedan traer sus padres para comer es una de las rutina de Sheila. 

Hambre, miseria, limitación en los servicios de salud, falta de trasporte escolar, es solo un croquis del panorama real de esta y muchas zonas de la Guajira, al visitar estos lugares se puede ver la realidad de un país y una región que muchas veces se compone solo de fachadas.

Pese a que esta comunidad se encuentra cercana a municipios que reciben una gran suma de dinero correspondiente a las regalías que proporciona la explotación del carbón, el dinero destinado para las obras sociales y necesidades básicas de los pueblos, parece convertirse en un espejismo donde solo abundan las promesas, según los docentes de esta escuela, el municipio de donde provienen los recursos para el sustento de esta institución incluyendo el servicio de trasporte, no ha podido responder a las necesidades porque el presupuesto no alcanza. Sin embargo hay inversiones en proyectos no tan urgentes que se ejecutan olvidando que en zonas como "Garrapatero" y en una escuela donde muchos niños construyen sueños con las uñas, el futuro es incierto porque a estos menores les hace falta estar en un lugar de privilegio, para que el Gobierno pueda pagarles algunos kilómetros de distancia. 

Estamos en frente de una problemática que se muestra como consecuencia de una política social alejada de las causas reales del problema, las pocas ayudas que reciben estos estudiantes de Garrapatero, se muestra ante los medios como un asistencialismo del Gobierno que convirtió en caridad pública, la obligación del estado de proteger a esta población vulnerable.

En este rincón olvidado de la Guajira hay una canasta de sueños, y a pesar de las condiciones de vida se aprende de las personas, de los niños que caminan y corren hacia sus sueños, ignorando aun la realidad de sus vidas o amoldados a ella por inercia, costumbre o ignorancia, de las mujeres amantes a su hogar a la hermosa labor de ser madres dentro de cualquier circunstancia de la vida y de su real miseria, de los docentes y sus esfuerzos frente a lo que aman, educar, Pese a que se les han negado las garantías de enseñar sin mendigar lo que por ley a la educación infantil le corresponde.

Aplicada en sus estudios y con limitaciones, es la mejor estudiante de su salón
Se han hecho varía visitas a la Guajira por parte de funcionarios del Gobierno Nacional, pero el panorama es igual, además existen archivos de documentos donde se certifica el registro del proyecto de servicio para proveer el trasporte escolar, a la población educativa oficial de las zonas rurales del Municipio de Maicao, entre ellas Garrapatero, un proyecto con una inversión de 2000 mil millones de pesos aproximadamente y que fue firmado para cumplimiento en el año 2013; sin embargo para esta y otras instituciones parece no alcanzar el presupuesto, los planes se quedan solo en papeles mientras ellos padecen las consecuencias de la mala distribución de los recursos, por eso los niños no encuentran alternativa sino amoldarse a la necesidad, al hambre, al abandono. 

"El que persevera alcanza" y bajo este lema viven los caminantes de los sueños, Sheila continuara a pasos cortos pero firmes siendo la mejor estudiante de su salón, honor que le permite seguir sin desfallecer; las terapias que requiere para mejorar su fractura en el pie le exige viajar a un centro hospitalario al que es casi imposible llegar por la lejanía y la escasez de recurso de sus padres, por eso no tiene alternativa sino seguir aferrada a sus muletas para cumplir sus anhelos. 

La vida escolar en Garrapatero continúa igual, silenciosa y acogedora, pero también sufrida y de espera constante de ese día en que los entes administrativos, solucionen el problema de presupuesto y volteen la mirada hacia este lugar donde los caminantes no paran de construir lo que para muchos es imposible y para ellos es posible, ellos los que a diario caminan ignorando el verdadero impacto social que esto genera en la educación de nuestra región, sueñan con ser profesionales sin saber que ya son profesionales de la vida y constancia. 



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