Por: Jaimelis Fonseca Sierra
Sheila, protagonista de la historia aferrada a sus muletas |
La Guajira es una tierra sin
precedentes mítica y exótica considerada guardiana de Colombia, por encontrarse
ubicada en la punta del mapa de nuestro país. Así como esta, muchas tierras
esconden espacios maravillosos donde se construyen historias, pero sobre todo
donde se construyen sueños; vivimos en un país que ha sido golpeado en el
ámbito social, pero que aún conserva en muchos habitantes, la llama encendida
de los ideales, de esos anhelos que solo se apagan cuando nos damos por
vencidos.
Bajo el inclemente sol y en medio de
una palpable sequia se visualiza entre raquíticos arboles de trupío la escuela
“San Pedrito de Palermo”, una institución educativa pequeña, de pocos salones y
repleta de envejecidos cuadernos, esta se encuentra a pocas horas del Municipio
de Maicao y exactamente sembrada en una comunidad llamada “Garrapatero”.
Varios
kilómetros hay que recorrer para llegar a este lugar donde la pobreza se
convierte en una constante, la educación en un reto y los servicios de salud en
algo casi inexistente. Sin embargo y pese a las limitaciones, a diario y con la
mayor motivación, cientos de niños indígenas se esmeran por recibir
conocimientos y de esta manera construir un futuro mejor.
Después de caminar 3 kilómetros, llegan agotados a sus casas |
Llegar a esta escuela es tener un
contacto cara a cara con la felicidad perdida de nuestros tiempos, es
desconectarse de las afanes del diario vivir y olvidarse por instantes de las
injusticias de la humanidad, para convertirlas en una oportunidad de observar
la lucha constante de quienes se convierten en un testimonio de vida y
templanza.
La polvorienta cancha de juego es
invadida por los niños en la anhelada hora del descanso de esta pequeña pero
acogedora escuelita, los pequeños corren y se agotan por instantes al perseguir
un balón desgastado y mugre, que les permite robarle sonrisas a la vida difícil
que en medio de su inocencia enfrentan, sin embargo, la protagonista de esta
historia, una delicada niña wayuu de aspecto debilucho y sonrisa tímida no se
vincula al juego de sus compañeros, le es imposible hacerlo en su estado.
Sheila de 11 años, desde hace varios meses usa muletas, se apoya en ellas como
si el tiempo ya le hubiesen permitido tomarle cariño a esta herramienta
construida de manera artesanal y que le obsequio su padre luego de que ella se
cayera de un árbol que causó una grave fractura mientras jugaba en su
Ranchería.
Lo interesante de esta historia es que
muchos ignoran las condiciones de vida de estos menores y peor aún, ignoran la
manera y el sacrificio que estos pequeños realizan para poder educarse. Más de
2 kilómetros diariamente deben transitar Sheila y sus hermanos para llegar a su
escuela, ahí entre arbustos y caminos pedregosos teñidos por el inclemente sol,
esta menor y sus hermanitos tardan más de una hora para llegar al lugar de sus
ansiadas clases, a pasos lentos ella encamina sus sueños aferrada a sus
muletas.
Así como Sheila, muchos de los
pequeños indígenas caminan hasta cinco kilómetros, ida y vuelta a sus hogares
diariamente para poder educarse; algunos lo hacen en burro pero igual deben
soportar el sol o la lluvia en el largo camino. Cabe destacar que
geográficamente se conoce a través de las cifras de censo, que la población
indígena que habita en zonas rurales de la Guajira es bastante extensa, lo que
es un dato determinante para calcular la cantidad de niños que padecen
deficiencia y pocas garantías en el ámbito educativo.La historia de la niña de
las muletas, es una de las tantas existentes, porque cada niño padece su propia
lucha, pero aun así en medio de la escasez aman la vida y aman el estudio.
Ver un carro en la zona que pueda
trasladarlos o acercarlos a sus hogares es como un sueño, algo que no es común
porque ellos ignorando esta falla en el sistema educativo, ya se acostumbraron
a ser unos caminantes, los caminantes de los sueños.
"Ellos jamás han tenido la
oportunidad de disfrutar de un trasporte escolar, todos los días estén en
invierno o en verano asisten a sus clases, muchos llegan tarde porque viven muy
lejos y se tardan varias horas en caminar hasta el plantel", así lo manifiestan
los docentes que también hacen sacrificios para poder dictar las clases y que
llevan varios años brindando conocimientos a estos niños con la ilusión de que
sean tenidos en cuenta en los fructíferos proyectos del Gobierno.
Jamás han contado con un transporte,
ellos caminan en medio de una zona que años atrás fue el blanco de conflictos
armados por grupos al margen de la ley, caminan algunos en chanclas por no
tener zapatos, caminan confiados de que en su territorio nada malos les pasará,
caminan convencidos de que vale la pena hacerlo para lograr ser alguien en un
futuro.
Bajo el inclemente sol, diariamente se trasladan "los caminantes de los sueños" |
Cuando el sol arde salen los niños de
la escuela, cada uno camino a su vereda y a sus rancherías, mientras Sheila se
dirige a su hogar, una lejana ranchería con paredes de barros carcomidas por el
tiempo y una especie de cambuche que hace las veces de cocina; mientras camina
de regreso a casa piensa en que tal vez para ellos sea mejor estar en medio de
las paredes de los salones porque allí, al menos el desayuno les da fuerzas para
continuar, porque de regreso a casa el panorama es diferente, un fogón vacío
sin alimentos en proceso de preparación los espera.
En medio de esta rutina el hambre se
ha vuelto una constante, llegar a casa y acostarse en un chinchorro desgastado
en espera de que algo puedan traer sus padres para comer es una de las rutina
de Sheila.
Hambre, miseria, limitación en los
servicios de salud, falta de trasporte escolar, es solo un croquis del panorama
real de esta y muchas zonas de la Guajira, al visitar estos lugares se puede
ver la realidad de un país y una región que muchas veces se compone solo de
fachadas.
Pese a que esta comunidad se encuentra
cercana a municipios que reciben una gran suma de dinero correspondiente a las
regalías que proporciona la explotación del carbón, el dinero destinado para
las obras sociales y necesidades básicas de los pueblos, parece convertirse en
un espejismo donde solo abundan las promesas, según los docentes de esta
escuela, el municipio de donde provienen los recursos para el sustento de esta
institución incluyendo el servicio de trasporte, no ha podido responder a las
necesidades porque el presupuesto no alcanza. Sin embargo hay inversiones en
proyectos no tan urgentes que se ejecutan olvidando que en zonas como "Garrapatero"
y en una escuela donde muchos niños construyen sueños con las uñas, el futuro
es incierto porque a estos menores les hace falta estar en un lugar de
privilegio, para que el Gobierno pueda pagarles algunos kilómetros de
distancia.
Estamos en frente de una problemática
que se muestra como consecuencia de una política social alejada de las causas
reales del problema, las pocas ayudas que reciben estos estudiantes de
Garrapatero, se muestra ante los medios como un asistencialismo del Gobierno
que convirtió en caridad pública, la obligación del estado de proteger a esta
población vulnerable.
En este rincón olvidado de la Guajira
hay una canasta de sueños, y a pesar de las condiciones de vida se aprende de
las personas, de los niños que caminan y corren hacia sus sueños, ignorando aun
la realidad de sus vidas o amoldados a ella por inercia, costumbre o
ignorancia, de las mujeres amantes a su hogar a la hermosa labor de ser madres
dentro de cualquier circunstancia de la vida y de su real miseria, de los docentes
y sus esfuerzos frente a lo que aman, educar, Pese a que se les han negado las
garantías de enseñar sin mendigar lo que por ley a la educación infantil le
corresponde.
Aplicada en sus estudios y con limitaciones, es la mejor estudiante de su salón |
Se han hecho varía visitas a la
Guajira por parte de funcionarios del Gobierno Nacional, pero el panorama es
igual, además existen archivos de documentos donde se certifica el registro del
proyecto de servicio para proveer el trasporte escolar, a la población
educativa oficial de las zonas rurales del Municipio de Maicao, entre ellas Garrapatero,
un proyecto con una inversión de 2000 mil millones de pesos aproximadamente y
que fue firmado para cumplimiento en el año 2013; sin embargo para esta y otras
instituciones parece no alcanzar el presupuesto, los planes se quedan solo en
papeles mientras ellos padecen las consecuencias de la mala distribución de los
recursos, por eso los niños no encuentran alternativa sino amoldarse a la
necesidad, al hambre, al abandono.
"El que persevera alcanza" y
bajo este lema viven los caminantes de los sueños, Sheila continuara a pasos
cortos pero firmes siendo la mejor estudiante de su salón, honor que le permite
seguir sin desfallecer; las terapias que requiere para mejorar su fractura en
el pie le exige viajar a un centro hospitalario al que es casi imposible llegar
por la lejanía y la escasez de recurso de sus padres, por eso no tiene
alternativa sino seguir aferrada a sus muletas para cumplir sus anhelos.
La vida escolar en Garrapatero
continúa igual, silenciosa y acogedora, pero también sufrida y de espera
constante de ese día en que los entes administrativos, solucionen el problema
de presupuesto y volteen la mirada hacia este lugar donde los caminantes no
paran de construir lo que para muchos es imposible y para ellos es posible,
ellos los que a diario caminan ignorando el verdadero impacto social que esto
genera en la educación de nuestra región, sueñan con ser profesionales sin
saber que ya son profesionales de la vida y constancia.
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